16 de julio de 2014

XVI

De repente, y cuando menos te lo esperas algo cambia en tu vida.

Al principio, cuando ves ese cambio venir te asustas, no sabes qué hacer, la incertidumbre de si saldrá bien te come la cabeza más de lo que debería...
Pero entonces llega el día en el que te decides, el día en el que, al fin, decides dar el paso, ese paso que guiará a partir de ahora tu vida quieras o no.
Unos aciertan y otros fracasan.
Por suerte, estoy convencida de que acerté, y bien que lo hice. 
Quien no arriesga no gana; podríamos haberlo perdido todo, podríamos habernos hecho daño, podríamos haber tirado la toalla en la más mínima disputa. Pero no lo hicimos, seguimos construyendo nuestro castillo ladrillo a ladrillo, cada uno de ellos más fuerte que el otro, para que algún día ese se convierta en el castillo en el que todos quieran vivir, en el castillo en el que tú y yo viviremos día a día, el castillo que nos habrá constado sudor, lágrimas, discusiones y enfados crear, el castillo del que quiero que seas el rey, y yo tu reina, el castillo que sin ti no hubiera podido construir. Porque me haces falta, porque te necesito, porque estar contigo me hace inmensamente feliz, porque contigo veo la vie en rose, porque eres en quien pienso cada vez que escucho una canción de amor, porque me enamoras aún más todos los días, porque eres lo que hace que todo encaje en mi, aun cuando he estado resquebrajada, y hasta rota en pedacitos; eres quien, con una sola palabra puede hacer que me cambie totalmente el día, eres quien siempre se preocupa de mi bienestar, de que me sienta cómoda, de que esté feliz en todo momento...
No puedo pedir nada más, te lo aseguro.


Por el "podemos intentarlo" que se ha convertido en un "ojalá que esto no acabe nunca".

Te quiero. 



No hay comentarios:

Publicar un comentario