Me despierto sobresaltada.
Mi corazón late como nunca. A punto estoy de llorar.
Una pesadilla, sí; una de esas super realistas en las que te lo crees todo hasta que, agradeciéndolo por cómo has sufrido, te despiertas.
Lo gracioso es que esos sueños no duran más de unos segundos pero nuestra mente nos engaña y nos hace ver que pasan horas y horas en lo que transcurre el sueño; horas en las que nuestro subconsciente nos hace sufrir mucho. A veces, demasiado.
Pero, ¿por qué razón tenemos pesadillas? La verdad es que no lo sé. Me gusta pensar que esas pesadillas nos hacen más fuertes.
El universo querrá que nos convirtamos en una especie de Hulk emocional que es capaz de aguantar cualquier cosa que ocurra.